Nicolás Maduro no se ha planteado claudicar ante los Estados Unidos. Cuando los Estados Unidos sancionaron y acusaron al general Henry Rangel Silva de apoyar el tráfico de drogas, la reacción de Hugo Chávez fue designarlo ministro de la Defensa en 2012. Cuando fue detenido el general Hugo Carvajal en Aruba por acusaciones de tráfico de drogas, Maduro, Diosdado Cabello y el resto del grupo del poder, cerraron filas con quien había sido el hombre de confianza de Chávez en materia de inteligencia militar. Antes de la acusación contra el propio Maduro, y de que Estados Unidos pusiera precio a su cabeza, el hombre más buscado del régimen era Tareck El Aissami, pero Maduro, lo siguió apoyando, y aumentando sus responsabilidades dentro del Ejecutivo. Maduro, Cabello y el resto del grupo entienden que toda señal contraria a este tipo de reacciones es colocarse en posición de debilidad. Dicen que Chávez los enseñó a contratacar. Ante el ataque, decía Chávez, contrataque rápido. Respuesta rápida.
Pero a Chávez no le hicieron una acusación directa por narcoterrorismo aunque apoyaba a las FARC y protegió al que es el mayor capo de la droga en la historia de Venezuela, Walid Makled, que sigue estando protegido por Maduro. Chávez también era un presidente legítimo, reconocido dentro del país y por la comunidad internacional, que no es el caso de Maduro. Chávez, por lo demás, mantenía niveles de aceptación popular por encima del 50%, y aunque las empresas que manejaba el Estado, los servicios públicos y las tierras confiscadas, mostraban signos de deterioro, y en algunos casos ya eran escombros, no habían colapsado. Porque Chávez aún tenía dinero. En 2012, en el último año en que estuvo vivo, gastó en extremo, y ganó las elecciones.
A Maduro se le juntan los problemas
Maduro confronta todos los problemas juntos. Y lo peor es que en sus manos, los problemas no tienen solución. Esto es evidente, y demostrado por el fracaso de los distintos planes, motores, programas, medidas, poderes especiales, que aplicó desde que asumió el poder en 2013. Maduro no quiso corregir a tiempo, y tampoco pudo. Así, sumió a Venezuela en una crisis de proporciones bíblicas. Las siete plagas se quedan pequeñas. Y para más señas el éxodo de 6,5 millones de venezolanos.
En 2012, en su última intervención ante la Asamblea Nacional, Hugo Chávez dijo que en 2015 Venezuela le estaría vendiendo 1.000.000 de barriles diarios de petróleo a China y auguraba que la producción iba a llegar en algún momento a 9.000.000, igualando a Rusia y Arabia Saudita. Dijo que además de China PDVSA le seguiría vendiendo petróleo a EEUU y Suramérica. (Pero nada de esto se cumplió).
Maduro no puede resolver la crisis porque no tiene dinero y no cuenta con equipo gerencial. La crisis dentro de unos meses será peor que ahora. No podrá conseguir dinero porque el crédito estará cerrado para los países en desarrollo. Ya de hecho, está cerrado para él, pues las deudas de la República y PDVSA, están en default. Así como hoy los países desarrollados en medio de la pandemia se disputan las mascarillas para contener el coronavirus, dentro de poco se disputarán el crédito y los recursos financieros en el mercado internacional. Aquí no habrá posibilidades para los más débiles. Estados Unidos lo sabe. Y por ello han dicho que la operación antidrogas emprendida en el Caribe persigue cerrarle cualquier opción de ingresos. Los voceros de los Estados Unidos aseguran que las entradas de dinero que aún le restaban a Maduro provienen del tráfico de drogas.
Y ese no es el único problema que no podrá solucionar en el corto plazo. No hay manera de que pueda levantar la producción petrolera. La pandemia originó la caída del precio del petróleo, y la guerra desatada entre Rusia y Arabia Saudita, lo derrumbó. Pero además, ahora es cuando va a funcionar la presión para que las empresas que aún se mantienen operando en Venezuela, lo abandonen. Ya lo ha hecho Rosneft. Y aunque se diga que el gobierno de Rusia se queda con los activos de la multinacional, las fuentes explican que eso es más anuncio por parte del Kremlin que realidad concreta. Lo cual indica que Maduro puede irse despidiendo de los apoyos reales de este aliado en particular llamado Rusia.
La escasez de gasolina
Este problema produjo otro más grave. Uno que se siente en Venezuela, tanto como la presión que sienten los factores de la coalición que apoya a Maduro. Es la escasez de gasolina. Mejor dicho, la desaparición de la gasolina y los combustibles del mercado local. No hay gasolina. Y el problema se sufre en el 85% y más del territorio. Es un problema que afecta a ricos, a clase media, a pobres. Los pobres también poseen carros y motos, y miles y miles viven del oficio de taxis; miles y miles están obligados a desplazarse a pesar de la cuarentena que decretó el gobierno por el coronavirus.
Este es un problema que presiona a los militares, que temen el estallido social, que temen una explosión social, y entonces se vean obligados a matar gente. Por ahora la represión está en manos de las fuerzas policiales y las fuerzas especiales de seguridad e inteligencia, y también de paramilitares financiados por Maduro, o que responden a las órdenes de cada grupo de la coalición. Los militares se han paseado por el escenario del estallido social, y entre uno de los factores que lo provocaba, aparecía el aumento del precio de la gasolina, un tema tabú en un país en el que el combustible se regala. Sin embargo, jamás calcularon que la amenaza podía venir por la desaparición del producto, no lo podían imaginar porque Venezuela es un país petrolero.
El transporte y el abastecimiento
Los militares comenzaron a analizar esta posibilidad a finales de 2019 cuando las reservas de gasolina bajaron de un máximo de 12 días a un mínimo de 4 días. La semana pasada se encontraban en 2 días, que es como decir, el margen técnico de cero gasolina. Lo que hay son reservas para los propios militares, para el gobierno, y para los grupos represivos, que piensan en el bloqueo y en la intervención militar. El problema será mayor porque fallará el transporte de mercancía, se agudizará el desabastecimiento de productos básicos y esenciales y se acelerará la inflación.
En esta olla de presión interna y externa, ¿qué respuesta le queda a Maduro? Hay un plan de retiro sobre la mesa. Un plan que, dicho por los que diseñaron la propuesta del Consejo de Estado o gobierno de transición, es una última oportunidad de que no corra la misma suerte de Manuel Antonio Noriega en Panamá. Los voceros militares y civiles de Estados Unidos lanzan la propuesta política y de acuerdo político para que Maduro deje el poder, pero el mismo tiempo reconocen que Washington está en guerra contra el Cartel de los Soles, cuyo jefe, sería Maduro. Dicho esto, la operación en el Caribe no tiene otra explicación. Lo saben Maduro y los grupos de la coalición, y lo saben los militares que miran hacia adentro y ven la amenaza del estallido social y miran hacia afuera y ven la amenaza de la operación antidrogas, y miran adentro y ven que no hay gasolina, ni para las máquinas ni para el alma.
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